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jueves, 8 de agosto de 2013

La delicadeza

Hace cuatro días que abrí el blog y una de las cosas que más me está gustando es el diálogo que se establece con los lectores que comentan las entradas. Ellos (y ellas) amplían temas por los que yo había pasado de puntillas o comentan detalles en los que no caí al escribir. Por ejemplo, SmoothCriminal, hablando de títulos, remarcaba lo evocadores con esas canciones tituladas con algo banal, a veces la primera frase que se canta o en todo caso una que no se vuelve a repetir. En vez de recurrir a lo fácil, el estribillo, te invitan a profundizar en la letra.


Eso también me gusta en los libros. Que sus títulos no resuman el contenido del libro ("La aventura del temible corsario", por un suponer, como si solo con la portada ya lo hubieras leído todo) sino que evoquen algo aparentemente sin importancia, pero al mismo tiempo contengan toda la esencia de la historia. Al llegar a la escena en cuestión exclamarás "así que era eso". A veces, incluso, el título no se menciona en todo el libro y sin embargo, no hay otro título posible. La soledad de los números primos, por ejemplo.

Es el poder de la sugestión, de la sutileza. Decir sin decir. Algo que se va aprendiendo con el tiempo, supongo. En los primeros manuscritos me excedía en los detalles, no vayan a ignorar los demás que el dormitorio tiene una cama y una mesita y un armario y una silla. Me veía con la obligación de relatar paso a paso todo lo que ha hecho el personaje a lo largo del día. Luego fui depurando y me atreví con las elipsis, me animé a insinuar con los gestos más que con las palabras del personaje.

Así pasé de frases como ésta: "Le odié por haberme engañado, no solo acostándose con otros, también haciéndome creer que era incapaz de hacer algo así" a otras como: "Quise arrancarle las pecas de las mejillas". Dicen lo mismo, pero no provocan la misma sensación.

Eso sí, al final, confieso que acabé sin saber si había dicho demasiado o demasiado poco en cada escena. Daba por hecho que se entendería lo que quería decir siempre y a la vez me preguntaba si el título del libro no sería demasiado explicativo. A tal punto llegó la paranoia. Tan metido estaba en mi novela que ya no discernía cómo había dosificado la información. Cuesta conseguir un equilibrio, pero para eso están los primeros lectores: ellos determinan cómo alguien leerá tu libro partiendo desde cero. Al menos, a mí me ayudaron mucho con sus "Esto ya lo daba por hecho, no incidas más en ello" y sus "Jamás lo hubiera imaginado". Se trata de ir afinando poco a poco, hasta dar con la nota exacta.

Como esos Blue Jeans de Lana del Rey que apuntaba SmoothCriminal: los tejanos se mencionan de pasada nada más empezar la canción, no vuelven a aparecer, pero tiñen la atmósfera de la canción. Con más sutileza que si hubieran descrito por completo al chico que los lleva. Un esfuerzo que hay que repetir en cada página y cada parte del libro (no solo en el título, también en el texto de la contraportada o incluso en la propuesta editorial). Pero merece la pena cuando alguien te dice: "qué buena esa frase, cómo la entiendo".

2 comentarios:

Smooth Criminal. dijo...

Uy, qué privilegio que me menciones. Te estoy saturando el blog, me tienes ya hasta en la sopa, pero chico, es lo que tiene que escribas tan bien. Un abrazo.

Alex Pler dijo...

Smooth, tú comenta todo lo que te apetezca, que para eso están las respuestas del blog y de momento has aportado ideas interesantes.

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