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viernes, 21 de febrero de 2014

13,99 euros

100 ejemplares, 200, 500, 1.000. Las tiradas mínimas son uno de los quebraderos de cabeza a la hora de autopublicarte. Sí, claro, confías en la calidad de tu obra, pero toca ponerse realistas: ¿dónde almacenas tantos libros? ¿En qué librerías los venderás si la mayoría no aceptan obras sin editorial? ¿Y si no los vendes? Por muchos contactos que tengas en las redes sociales, eres consciente que solo una pequeña porción de ellos se interesarán por tu obra, no digamos ya comprarla. Pero sobre todo, te preguntas: ¿cómo los pagarás? Estas tiradas, por pequeñas que sean, no son baratas.  Algunos optan por el crowdfunding, otros simplemente se resignan diciendo: "No tengo un duro".


Yo no me atrevía con el crowdfunding pero tampoco quería resignarme. Mientras el manuscrito de El mar llegaba hasta aquí continúa su odisea, y hasta que descubra qué ocurre con él, necesitaba airearme, pensar en otro proyecto, lanzar algo como experimento. Así empecé a gestar La noche nos alumbrará (aunque en un primer momento se titulaba Nuestras sombras de neón), donde transformaría mi blog en un libro. Tenía claro, eso sí, que no quería (ni podía) gastarme dinero. Valoré lanzarlo solo como ebook: sería la forma más cómoda y barata de hacerlo. Pero claro, me parecía un contrasentido lanzar un ebook yo, que no tengo lector de libros electrónicos y prefiero el fetichismo del papel. Me puse a buscar presupuestos de imprentas, pero todo se salía de mi presupuesto. Y aunque el crowdfunding volvió a planear sobre mi cabeza, me entró el miedo de que, por inexperiencia, no saliese bien y el proyecto muriera antes de nacer.

Entonces leí en algún blog inglés acerca de la existencia de CreateSpace, el servicio de impresión bajo demanda de Amazon. Hablaban de coste 0 para el autor, de libertad absoluta. No terminé de creérmelo. Parecía demasiado bonito y sencillo. Alguna trampa tenía que haber; a saber cómo sería la calidad del libro, o quizá solo funcionaba en EEUU. Entonces me acordé de aquellas máquinas enormes que hay en algunas librerías de Londres y que imprimen el libro que tú eliges al momento: muy útil para obras descatalogadas o de interés minoritario. La última vez que estuve en Charing Cross Road, las estaban probando en público y hasta nos dejaron tocar el libro que acababa de salir de la máquina. Aquel tacto húmedo no se me olvidará, fue la primera vez que toqué un libro recién impreso. Me sorprendió que pareciera un libro "de verdad", como si aquel cacharro tuviera que producir hamburguesas en vez de libros.

Pensé que quizá CreateSpace utilizaba un sistema similar. Y ya había tocado un ejemplar nacido de esta manera, tampoco estaría tan mal si mi libro nacía también así. Así que creé una cuenta y fui rellenando punto por punto los formularios que iban apareciendo. Para mi sorpresa, todo estaba guiado y bien a la vista, para todo hay tutoriales, incluso para algo que no domino como los datos fiscales. El primer paso importante fue decidir el tamaño del libro. Se sentía como elegir el sexo de tu bebé o el color de sus ojos. Comparé los tamaños de varios libros que tenía en la tienda, hasta dar con uno que encajaba en mi "formato ideal", y seleccioné lo más parecido. A partir de ahí, venía el trabajo de verdad: crear la portada y maquetar el interior página a página. Para lo primero, conté con la ayuda de mi amigo Jose Soriano, que trabaja en publicidad y siempre está dispuesto a echar una mano. Mientras él diseñaba, yo me puse con la maquetación a partir de la plantilla que me descargué del propio CreateSpace.

Que a estas alturas ya me hubieran facilitado un ISBN fue extraño. Todo ocurría de verdad y eso era lo que más costaba de creer. La noche nos alumbrará existía en una base de datos, no solo en mi ordenador. Mil quebraderos de cabeza después (un cursillo acelerado de espaciados, tipos de letra, tabulaciones...), el PDF estuvo listo y la portada también, todo según los parámetros que pedía el servicio. Aunque el validador online daba los archivos como válidos, yo no las tenía todas conmigo. Temblando, le di a aceptar en el último paso ("Authorize proof"), decidí los precios teniendo en cuenta el coste de impresión y mi margen de beneficio, los canales de venta aparte de Amazon, lo envié al servicio Kindle para que también se crease un ebook... y esperé. Según la web, tardaría unos 7 días en estar a la venta. Me planifiqué bien, tocaba dar a conocer un proyecto que había llevado medio en secreto, pero por suerte tenía días de sobras...


O eso creía. Porque en apenas dos días, el libro ya estuvo disponible. Pude ver cómo se creaba la ficha y en cuestión de horas, el "No disponible" se convirtió en un botón de "Comprar". No sé si tuve suerte o es que las cosas lentas, cuando por fin encarrilan, acaban acelerándose así. El caso es que pude comprar un ejemplar y comenzar a darlo a conocer. Y enseguida me llegó y sí: ese archivo había cobrado vida y ahora era un libro, el mío. Podía acariciarlo, hojearlo. Desde entonces, cada vez que alguien compra La noche nos alumbrará, Amazon se lo manda directamente. No tengo que preocuparme de nada y hasta puedo monitorizar las ventas en tiempo real (o casi). Esta semana, además, he encargado un lote de ejemplares a precio de coste: algunos para la presentación del libro y otros para repartirlos yo mismo en algunas librerías amigas.

Esa es la contrapartida de tener todo el control: no solo tienes que aprender sobre la marcha, la promoción también tienes que hacerla tú. Dar voces en las redes sociales, ingeniártelas para no ser más pesado de lo necesario, mandar notas de prensa al vacío, patearte el barrio o la ciudad en busca de brazos que lo acojan... Pero al menos tienes el mejor escaparate inicial: Amazon. Y sin invertir más dinero que los cafés que tomes durante las mil revisiones y los 5,40 euros del registro (paso opcional pero siempre recomendable). Si algún día tengo que volver a autopublicar, ya no tendré que hacer números ni pensar en crowdfundings. Repetiré aquí.

La noche nos alumbrará

jueves, 6 de febrero de 2014

La hoguera de las vanidades

"No hablamos de libros autoeditados". Ha sido la respuesta más repetida al empezar a mover el libro La noche nos alumbrará. No lo decían medios importantes; lo decían blogs más o menos pequeños, blogs como el mío, ya que por ellos me parecía oportuno iniciar la promoción. Les presentaba mi libro y les ofrecía la posibilidad de pasárselo en pdf para que le echen un vistazo y si les apetece, reseñarlo. Algunos sí se han ofrecido a leerlo, pero la mayoría respondían con algo que venía a decir: "No hablamos de libros autoeditados".


Para mí, era como decirme que no hablan de libros con las tapas rosas. O que no hablan de autores que se llamen Alex o David o Nicolás. Es decir: que un libro sea autoeditado no debería ser suficiente motivo para descartarlo así de entrada. Hay razones que sí puedo comprender: algunos me decían que no les interesaba el tema o que solo leen ficción (vale), otros que ya tenían muchos libros en la mesita de noche (a mí también me pasa). Pero a los demás, me quedo con las ganas de preguntarles: ¿hoy en día, qué te garantiza un logo más en la portada?

Será que estoy acostumbrado a que en cine y música, surjan proyectos interesantes por parte de gente con pocos recursos pero mucha imaginación y talento. Y en estos campos se valoran estos proyectos autofinanciados: gran parte de la gracia de La Bruja de Blair está en los poco medios con que se hizo. ¿Cuántas películas que empezaron en un garaje han derivado en franquicias taquilleras? La cantante Florrie gestionaba ella misma su web, cuidaba a los fans, autopublicaba canciones en iTunes y además las ponía a disposición del público... desde que fichó por una multinacional hace casi 2 años, apenas ha lanzado una canción y ha cortado el contacto con los seguidores (será que todavía no le han asignado un community manager). Se alaban los grupos que comparten maquetas autoproducidas. Se genera ilusión por los comienzos de gente que quizá en el futuro destaque. Pero parece que en literatura seguimos estupendos, si no hay logo de editorial en portada, desconfiamos.

Como si olvidáramos que, con la crisis, el dinero y los beneficios inmediatos se han impuesto a todo lo demás. Y eso también ha ocurrido en un terreno sagrado como el literario. Las editoriales se han cerrado en banda a todo lo que no sea un valor seguro (superventas en el extranjero, escritor ya famoso o tema de moda). Incluso las editoriales pequeñas, que son las que tradicionalmente apostaban por autores desconocidos y obras minoritarias, ahora te piden que les vuelvas a mandar tu manuscrito dentro de uno o dos años porque están colapsadas: publican poco y leen menos, no hay personal. Ante este panorama, a menos que tengas un golpe de suerte, autopublicarte parece la única salida lógica si no quieres que tu obra se quede en el cajón.

A los libros autopublicados se les suele achacar que tienen faltas de ortografía o que les falta detrás el trabajo de un editor o que ni siquiera tienen portadas profesionales. Y sí, es cierto: ocurre, es casi inevitable por más cuidado que tengas. No es tu profesión y lo haces lo mejor que puedes con las herramientas de que dispones. Pero todo eso te lo puedes encontrar también en un libro que una editorial te vende a 20 euros. Creo que podría contar con los dedos de una mano los libros que he leído a lo largo de mi vida y no tenían algún fallo. Incluso a las editoriales más famosas (y con más trabajadores en nómina) se les escapan desajustes de maquetación, errores garrafales en la portada que les obligan a retirar toda una tirada...

Sin ir más lejos, mi última lectura estaba llena de erratas y algo más grave: dos traducciones en castellano y catalán hechas por la misma persona pero que difieren por completo en matices, en el orden de las frases, en contenido. (En una versión, la protagonista tiene "una reunión", en la otra queda "con alguien para resolver un asunto de trabajo"; en una, no ve porque está "muy oscuro", en otra porque "las farolas no daban suficiente luz".) Este desaguisado lo publica una editorial muy prestigiosa de la que cualquier librero os hablará maravillas. A día de hoy, aún no me han respondido a mi email sobre qué versión es más fiel al original.

Cuánto nos falta por avanzar en literatura... Avanzar o recordar. Porque incluso Proust y Poe recurrieron a la autopublicación en sus primeras obras. A ellos también les hubieran dicho ese "No hablamos de libros autopublicados". Mi madre me dice que a pesar de todo, tengo que estar contento. Que ya he vendido más libros que cuadros vendió Van Gogh en vida. Y es verdad. He tenido mucha suerte. No soy Proust, no soy Poe y desde luego no soy Van Gogh, pero he vendido una cifra respetable de ejemplares y por ello estoy contento y agradecido.

Y a pesar de que las puertas no se abran, ni siquiera las más modestas y al alcance, a pesar de no tener el logo de una editorial junto a mi nombre, yo sigo creyendo en mi obra. Creo en este libro y en el manuscrito de El mar llegaba hasta aquí. Ahora sé que autopublicar la novela, si es que lo hago, no será tirar la toalla sino reivindicarla. Autopublicas porque le tienes cariño a tu libro y quieres compartirlo, que la gente lo lea. Y en eso no habrá ninguna editorial que pueda ganarte si decides tomar el camino solitario: en cariño y respeto a tus lectores, a ti mismo, a tu obra. Echarás de menos la promoción y el apoyo de una editorial, los brazos receptivos de las librerías y blogs, pero sabrás que cada ejemplar leído será gracias a tu esfuerzo.