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jueves, 20 de marzo de 2014

El océano al final del camino

Una historia no termina de verdad hasta que no empiezas la siguiente. Hasta entonces sus personajes seguirán vivos, hablarán en tu cabeza, querrán vivir escenas que no estaban previstas, patalearán si no escribes. Harán todo lo posible para que les hagas caso. Y eso es bueno porque significa que están vivos y la historia merece ser contada. Tiene alma, el alma de tus personajes. Pero tarde o temprano toca despedirse de ellos. Es un momento del que no puedes escapar: otros personajes a los que todavía no quieres tanto, porque apenas les conoces, llaman a la puerta.


En 2011 tenía muchos manuscritos a medio empezar, un batiburrillo de historias y personajes por los que no acababa de decidirme. Todos me tentaban pero ninguno me decía "escríbeme" de forma irresistible. Hasta que germinó la idea de El mar llegaba hasta aquí (aunque entonces no se titulaba así, claro) y me volqué en esos personajes. Desaparecieron las historias anteriores, las dudas, todo lo que no fuera el romance encallado de Leo y Adán bajo la lluvia. Escribir un primer borrador se parece a enamorarte: no sabes si encontrarás a alguien, pero cuando ese alguien aparece, lo que no sabes es cómo pudo existir algo antes de él.

Durante dos años y medio, les he visto crecer. A Leo y a Adán, también a Javi, a Marta, a Pedro, a Víctor, al venezolano que ordena estanterías... Todos ellos tienen una parte de mí y de todos ellos estoy orgulloso porque sus corazones laten (al menos para mí lo hacen). Aún pataleaban, aún reclamaban mi atención, exigían correcciones, frases más brillantes, querían cogerme de la mano y salir a jugar. Pero ya iba siendo hora de que se emanciparan. Su historia está completa y solo falta que sus habitantes encuentren su sitio. Tocaba despedirse de ellos, sí.

Ayer empecé un nuevo proyecto. Aún no sé dónde me llevará. Llevaba tiempo rondándome, incluso había empezado a hablar de esa historia en medio de otras conversaciones, sin venir a cuento. Y ayer por la noche por fin cogí un cuaderno de tapas negras que me regaló una amiga hace tiempo, escribí el título provisional en la primera página, y dejé que el bolígrafo se moviera entre mis dedos. Las palabras brotaron y enseguida esa historia que más o menos tenía acotada en mi cabeza, comenzó a crecer. Unas pocas frases y ya tomó caminos que no estaban previstos. Cobró vida.

Esta mañana es la primera vez en dos años y medio que no escucho a Leo y a Adán hablar en la playa. Hoy en su lugar hablaba un personaje que por no tener, aún no tiene ni nombre. Ha sido un momento triste pero también un alivio. Puedo maniobrar el timón, admirar otros paisajes y conocer a otras gentes con las que aprender cosas nuevas de mí mismo. Por su parte, Leo y Adán todavía tendrán que superar muchos retos hasta llegar al mar, pero ya no depende de mí. Como los hijos, se han hecho mayores y sé que conseguirán lo que se propongan.

lunes, 10 de marzo de 2014

Las mil y una noches

"Haz caso, escucha bien." Si alguien me pidiera consejo a la hora de revisar o dar a conocer su obra, este sería el único que le daría. Y lo diría desde el reconocimiento de ser alguien que no siempre sabe escuchar. Hay que hacer caso a los consejos de otros y también mantenerte fiel a tu obra. Parece contradictorio, pero diría que en ese cruce de caminos está la X del mapa del tesoro.


Todo se puede mejorar. En especial, ese manuscrito en el que llevas tanto tiempo trabajando. Mientras lo escribías, llegaste a creer que sería el mejor del mundo, y así debe ser, porque si algo no te entusiasma, ¿para qué lo escribes? Pero luego llega la revisión. Las revisiones, la auténtica odisea: pulir y pulir y seguir puliendo hasta que de puro desgaste, la piedra brilla. Es mejor revisar en frío: guardar la obra en un cajón y solo volver a ella cuando tus ojos sean lo más parecido a los de un lector virgen. Entonces tacharás sin piedad todo lo que no sirva y se sorprenderás ante las frases bien escritas, que también las habrá, igual que te sorprenderías de un libro que acabas de coger de la mesa de una librería cualquiera.

Me produce mucha ternura cuando alguien pone, generalmente en Twitter, que ha empezado a escribir una novela y que calcula que en cosa de 6 o 12 meses podrá moverla por editoriales y concursos. Ternura porque yo también hice mis cálculos con El mar llegaba hasta aquí y al final, si lo pienso, he pasado más tiempo revisándola que escribiéndola. Si es que revisión y escritura no son lo mismo, en realidad.

El primer borrador tardé menos de 4 meses en redactarlo: de Agosto a Noviembre de 2011. Fueron noches intensas donde las palabras fluían solas. A lo largo de Diciembre lo pasé a limpio y durante año y medio estuve revisándolo, hasta que por fin, plantándome ya en Mayo de 2013, imprimí el manuscrito, lo llevé al Registro, lo mandé a los amigos y me armé de valor para mandarlo también a agencias literarias y editoriales diversas. Entre Julio y Agosto, animado por las opiniones de esos primeros lectores, modifiqué algunas cosas, muy pocas y muy pequeñas, y entonces consideré que después de dos años de idas y venidas, ya estaba bien de cambios y el mar se quedaría como estaba. Había partes que aún se podían mejorar, pero me sentía cansado y no me creía capaz de enderezarlo más. Aquella era la mejor novela que yo podía escribir. Fin.

Como sea que en ninguna editorial ni agencia encontró su lugar, aparqué el manuscrito en un cajón (en un armario, en realidad: los dos cuadernos, todas las copias impresas, el atril que me regalaron para exponer el primer ejemplar, las plumas que también me regalaron para firmarlo, incluso guardé el marco con un prototipo de portada). Dolía, no nos vamos a engañar. Dolía que más allá de familia y amigos, nadie compartiera mi entusiasmo. Había gastado todos los cartuchos y necesitaba aclarar la mente, así que me embarqué en nuevos proyectos: La noche nos alumbrará, entre otros.

Y en esas estaba cuando un amigo escritor me pidió leer El mar llegaba hasta aquí. Acabábamos de conocernos en persona después de más de un año de interactuar por las redes y saber el uno del otro por un amigo en común. Era Diciembre de 2013 y yo llevaba tiempo sin mandarle el manuscrito a casi nadie; se había convertido en ese hijo feo del que prefieres no hablar mucho. Pero a mi amigo se lo mandé porque después de charlar de Murakami y de otros gustos en común, pensé que si él no comprendía mi libro, quién iba a hacerlo. Se lo mandé y él lo leyó y me dijo muchas cosas, pero de entre todas sus críticas y sugerencias, bastó una frase suya para que todo cobrara sentido.

Muchos amigos que lo leyeron antes opinaban parecido, pero solo ahora que yo ya no aspiraba a nada (me había bajado del burro, si queréis), solo ahora comprendí que todos estaban en lo cierto, cada uno a su manera. Todo se puede mejorar y más importante: ahora sabía cómo hacerlo. Descubrí que podía cambiar algunos capítulos, incluso quitarlos, sin que la novela perdiera fuerza. Al contrario. Podé, reencaucé aquello que siempre estuvo ahí, potencié otros elementos ya presentes y antes de darme cuenta, todos los consejos anteriores confluyeron. En una novela, todos los elementos trabajan juntos. Tiene que ser así, tienes que hacer para que así sea. Por eso, cuando tuve la llave del timón, fue rápido. Un pequeño cambio en un capítulo daba sentido a los siguientes. Me volví a enamorar de algunas frases y encontré las que faltaban. Apenas me llevó una semana, y sin ordenador propio. Y así el manuscrito se convirtió por fin en novela. En la mejor novela que yo podía escribir aquí y ahora.

Han pasado dos años y medio desde que escribí sus primeras frases y El mar llegaba hasta aquí empieza a dar unos pasos diminutos que hace apenas unos meses no creía posibles. Por fin comprendo que todo el proceso fue necesario. Gracias a todos quienes han formado parte de él, de una forma u otra. Veremos en qué puerto toca recalar. Así pues, a los que estéis escribiendo, mi humilde consejo es: haced caso, escuchad bien. Permitid que os lean. Puede que no sea ahora mismo, pero algún día todas esas opiniones y todos esos consejos cobrarán sentido.