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martes, 15 de octubre de 2013

Confesiones de una máscara

Siempre hay un libro que te marca más que el resto. Te hace exclamar: "¡Quiero escribir así!". Y quieres ser escritor, así que te pones a escribir. Descubres enseguida que escribir es mucho más que enlazar palabras. Tienes que medir los tiempos, sintetizar, mostrar, enganchar, dosificar, revisar... Tantas cosas. Y aun así, sigues haciéndolo. Confías en el entrenamiento.


Pero por encima de todo, sigues leyendo. Aprendes de los maestros. Nadie mejor que ellos. Desde pequeño te han maravillado con sus páginas. Mundos vivos y personajes heroicos. Los buenos escritores hacen que parezca todo tan fácil. Lees en entrevistas y biografías sobre sus historias de éxito fulminante, el libro que los llevó al éxito. Éxito a veces de crítica, a veces de público; a veces, las menos, de ambas cosas. Jóvenes de 28 que ganan dos premios, sesentones que de repente se hinchan a vender. Tú escribes y llegas a convencerte de que serás uno de ellos. Con los años, has aprendido a enlazar palabras y a corregir mucho. ¿Qué podría salir mal?

Siempre hay un libro definitivo que te hace abrir los ojos. Nunca escribirás así de bien. Por mucho que lo intentes. Esa naturalidad. Esa capacidad para expresar tanto con tan poco. Esos ojos que captan lo que nadie más ve. Tú no tienes esos dones. Ni nunca los tendrás. En el mejor de los casos, podrías llegar a ser una imitación. De las que se detectan al momento; bastaría con morder la moneda. Tus frases, las mismas que tanto te gustaban antes, de repente se revelan como lo torpes que siempre fueron. ¿Y a quién le podría interesar tu protagonista? Si ni a ti te importa ya lo que le pase. Se ha transformado en el dibujo del niño cuando se cae de un álbum viejo. Aquellos garabatos de colorines en algún momento fueron importantes, ahora solo son eso: garabatos. Espirales rojas, azules y verdes.

A partir de ese descubrimiento, te dejarás de sueños. Asumes que talento, reconocimiento y suerte te serán ajenos. Peor sería convertirte en uno de esos juntaletras que por carambola se convierten en best sellers gracias a una novela mediocre. No. En adelante, escribirás para ti mismo. Como hacías antes. Eso será más honesto. Tu lugar será la segunda fila de quienes lo intentaron y nada más. Y seguirás degustando los libros de otros. Eso sí puedes hacerlo. El cosquilleo inconfundible de un buen libro. Agradeces esa sensación tan esquiva. Al adentrarte en sus páginas, recuerdas con nostalgia aquellos días en que todo parecía tan fácil. Ahora sabes que no lo es. Escribir es difícil. Casi imposible. Y por eso disfrutas tanto leyendo a los demás cuando les sale bien. Ellos sí han llegado a puerto. Son héroes. Y como tales los aplaudes.