100 ejemplares, 200, 500, 1.000. Las tiradas mínimas son uno de los quebraderos de cabeza a la hora de autopublicarte. Sí, claro, confías en la calidad de tu obra, pero toca ponerse realistas: ¿dónde almacenas tantos libros? ¿En qué librerías los venderás si la mayoría no aceptan obras sin editorial? ¿Y si no los vendes? Por muchos contactos que tengas en las redes sociales, eres consciente que solo una pequeña porción de ellos se interesarán por tu obra, no digamos ya comprarla. Pero sobre todo, te preguntas: ¿cómo los pagarás? Estas tiradas, por pequeñas que sean, no son baratas. Algunos optan por el crowdfunding, otros simplemente se resignan diciendo: "No tengo un duro".
Yo no me atrevía con el crowdfunding pero tampoco quería resignarme. Mientras el manuscrito de
El mar llegaba hasta aquí continúa su odisea, y hasta que descubra qué ocurre con él, necesitaba airearme, pensar en otro proyecto, lanzar algo como experimento. Así empecé a gestar
La noche nos alumbrará (aunque en un primer momento se titulaba
Nuestras sombras de neón), donde transformaría mi blog en un libro. Tenía claro, eso sí, que no quería (ni podía) gastarme dinero. Valoré lanzarlo solo como ebook: sería la forma más cómoda y barata de hacerlo. Pero claro, me parecía un contrasentido lanzar un ebook yo, que no tengo lector de libros electrónicos y prefiero el fetichismo del papel. Me puse a buscar presupuestos de imprentas, pero todo se salía de mi presupuesto. Y aunque el crowdfunding volvió a planear sobre mi cabeza, me entró el miedo de que, por inexperiencia, no saliese bien y el proyecto muriera antes de nacer.
Entonces leí en algún blog inglés acerca de la existencia de CreateSpace, el servicio de impresión bajo demanda de Amazon. Hablaban de coste 0 para el autor, de libertad absoluta. No terminé de creérmelo. Parecía demasiado bonito y sencillo. Alguna trampa tenía que haber; a saber cómo sería la calidad del libro, o quizá solo funcionaba en EEUU. Entonces me acordé de aquellas máquinas enormes que hay en algunas librerías de Londres y que imprimen el libro que tú eliges al momento: muy útil para obras descatalogadas o de interés minoritario. La última vez que estuve en Charing Cross Road, las estaban probando en público y hasta nos dejaron tocar el libro que acababa de salir de la máquina. Aquel tacto húmedo no se me olvidará, fue la primera vez que toqué un libro recién impreso. Me sorprendió que pareciera un libro "de verdad", como si aquel cacharro tuviera que producir hamburguesas en vez de libros.
Pensé que quizá CreateSpace utilizaba un sistema similar. Y ya había tocado un ejemplar nacido de esta manera, tampoco estaría tan mal si mi libro nacía también así. Así que creé una cuenta y fui rellenando punto por punto los formularios que iban apareciendo. Para mi sorpresa, todo estaba guiado y bien a la vista, para todo hay tutoriales, incluso para algo que no domino como los datos fiscales. El primer paso importante fue decidir el tamaño del libro. Se sentía como elegir el sexo de tu bebé o el color de sus ojos. Comparé los tamaños de varios libros que tenía en la tienda, hasta dar con uno que encajaba en mi "formato ideal", y seleccioné lo más parecido. A partir de ahí, venía el trabajo de verdad: crear la portada y maquetar el interior página a página. Para lo primero, conté con la ayuda de mi amigo Jose Soriano, que trabaja en publicidad y siempre está dispuesto a echar una mano. Mientras él diseñaba, yo me puse con la maquetación a partir de la plantilla que me descargué del propio CreateSpace.
Que a estas alturas ya me hubieran facilitado un ISBN fue extraño. Todo ocurría de verdad y eso era lo que más costaba de creer.
La noche nos alumbrará existía en una base de datos, no solo en mi ordenador. Mil quebraderos de cabeza después (un cursillo acelerado de espaciados, tipos de letra, tabulaciones...), el PDF estuvo listo y la portada también, todo según los parámetros que pedía el servicio. Aunque el validador online daba los archivos como válidos, yo no las tenía todas conmigo. Temblando, le di a aceptar en el último paso ("Authorize proof"), decidí los precios teniendo en cuenta el coste de impresión y mi margen de beneficio, los canales de venta aparte de Amazon, lo envié al servicio Kindle para que también se crease un ebook... y esperé. Según la web, tardaría unos 7 días en estar a la venta. Me planifiqué bien, tocaba dar a conocer un proyecto que había llevado medio en secreto, pero por suerte tenía días de sobras...
O eso creía. Porque en apenas dos días, el libro ya estuvo disponible. Pude ver cómo se creaba la ficha y en cuestión de horas, el "No disponible" se convirtió en un botón de "Comprar". No sé si tuve suerte o es que las cosas lentas, cuando por fin encarrilan, acaban acelerándose así. El caso es que pude comprar un ejemplar y comenzar a darlo a conocer. Y enseguida me llegó y sí: ese archivo había cobrado vida y ahora era un libro, el mío. Podía acariciarlo, hojearlo. Desde entonces, cada vez que alguien compra
La noche nos alumbrará, Amazon se lo manda directamente. No tengo que preocuparme de nada y hasta puedo monitorizar las ventas en tiempo real (o casi). Esta semana, además, he encargado un lote de ejemplares a precio de coste: algunos para la presentación del libro y otros para repartirlos yo mismo en algunas librerías amigas.
Esa es la contrapartida de tener todo el control: no solo tienes que aprender sobre la marcha, la promoción también tienes que hacerla tú. Dar voces en las redes sociales, ingeniártelas para no ser más pesado de lo necesario, mandar notas de prensa al vacío, patearte el barrio o la ciudad en busca de brazos que lo acojan... Pero al menos tienes el mejor escaparate inicial: Amazon. Y sin invertir más dinero que los cafés que tomes durante las mil revisiones y los 5,40 euros del registro (paso opcional pero siempre recomendable). Si algún día tengo que volver a autopublicar, ya no tendré que hacer números ni pensar en crowdfundings. Repetiré aquí.
La noche nos alumbrará